[Escrito por María Inés Rosales el 21 de mayo del 2021]
Este es el título que yo había elegido para mi trabajo individual de un cartel preparatorio a lo que fue nuestro Encuentro Internacional de octubre de 2018 en Barcelona, del que fui + 1, y cuyo tema general era: “El análisis orientado hacia/por lo Real” (Participaron Anna Gassull, Matilde Pelegrí, Clotilde Pascual y Lidón Paús). De ese trabajo, sólo pude transmitir mi intención o supuesto de lo que podría ser su recorrido, dado que se nos invitó a presentar nuestro cártel en el “Espacio Intercárteles”, cuando llevábamos unos pocos encuentros. Por las razones que sean, nunca escribí ese trabajo, si bien apliqué muchísimo de lo aprendido en dicho cártel en otros lugares de enseñanza como en mi clase del Seminario de Textos y casos de ACCEP que me tocó ese año, en otras clases y participaciones.
Me complace que con vuestra invitación a presentar en el Espacio-Escuela, haya tenido la oportunidad de volver a lo que me enseñó- como siempre me enseña cada cartel- y rendir alguna cuenta de ello con este trabajo, que es entonces también, trabajo de cártel. Sobre todo, teniendo en cuenta que Lacan nombró al cártel “órgano de la Escuela”. Así que gracias a la Comisión de este E-E.
Lo que leíamos entonces conjuntamente era “El Saber del Psicoanalista” y luego “La Tercera” (principio de los años 70 en la enseñanza de Lacan) y mucho nos resaltaba- al menos a mí- todo lo referido a lo que en la vida del Sujeto- y sobre todo en nuestra clínica- aparecía como límite o “muro”, como le llamaba Lacan allí: Muro del y al lenguaje, muro al amor, a las pretendidas relaciones entre los sexos… y que acabamos vinculando a eso que no existe, sólo ex siste, pero que llamamos lo Real como imposible, como aquellos acontecimientos que resultan un tanto éxtimos al sujeto, y que no pueden inscribirse ni decirse sino de forma apenas aproximada, contorneada y eventualmente fallida; y que sin duda, formarían parte de eso que no habla, que no puede hablar…o que al menos, le hace callar por el tiempo que fuere.
Sin embargo, antes de que ese “muro” de lo que no habla nos sorprenda, lo primero con lo que nos encontramos en la experiencia psicoanalítica, tanto en la nuestra propia como analizantes que fuimos, como en la que sostenemos al analizar a otros sujetos, lo primero que nos sale al paso es lo que el sujeto habla, lo que dice, y de a poco, lo que se escucha en lo que dice, esto es, ese cierto decalage que hace que podamos experimentar que allí algo más habla…o habla más de lo que dice.
Es lo primero con lo que se encontró Freud. Y cuando Lacan se encontró con Freud, a eso- en “Función y campo de la palabra y del lenguaje”, 1954- en principio lo puso en el registro de lo Simbólico. Pero bastante tiempo después, cuando en esos años 70 Lacan descubre el Nudo Borromeo, ve que aquello Simbólico del lenguaje y de lo que habla, no está solo, sino que está radicalmente ligado a los otros dos registros Imaginario y Real, es decir, ligados de una manera borromeica. Lo cual es suficiente como para que pongamos en duda que en un análisis, solo cuenta “lo que habla”, o que sea lo Simbólico lo único que cuenta, ni siquiera lo que más, ya que Lacan nos lo deja claro en su Seminario “RSI”: que los 3 registros forman un mismo nudo y que por tanto no están jerarquizados: todos valen y cuentan juntos. Dicho de otra manera, aunque lo primero que ocurra en un psicoanálisis sea la Demanda, que cursa como palabra y como lenguaje, sin embargo no es segura ya la afirmación de “en el principio estaba el verbo” o sólo el verbo…
Recordemos algo más de cómo es esta ligazón o atadura borromeica en el neurótico que somos:
Hay los tres registros nombrados por Lacan R, S, I, donde se mueve la experiencia subjetiva. Las representa como tres “consistencias”, ligadas entre sí de determinada manera- nunca interpenetrándose de a dos-Y que darían como resultado un Nudo Borromeo, es decir, aquel nudo que cumple la condición borromea: si se suelta o se corta una, se sueltan todas. Esto es mostrado así por Lacan en “La Tercera”- que leíamos en el Cartel. Pero, pocos meses después él reconocerá la necesidad de una cuarta consistencia encargada de enlazar borromeicamente las 3 anteriores, que le llamó Nombre del Padre y dio lugar al NB de 4- (No me extiendo pero se puede hablar al final)
Entonces, hablar, lo que habla, o el Sujeto que habla o es hablado, decíamos, pertenecen al registro de lo Simbólico
Entonces, hablar, lo que habla, o el Sujeto que habla o es hablado, decíamos, pertenecen al registro de lo Simbólico; pero no sólo; también de lo Imaginario: recordemos que ya en sus primeros Seminarios, Lacan hablaba de un lenguaje imaginario, de una palabra vacía que hacía obstáculo a lo S o palabra plena; hacía de “muro” de ese lenguaje esperado, simbólico, lleno… (era la época dorada de lo Simbólico en Lacan) Pero, las lecturas más avanzadas que hemos hecho nos obligan a preguntarnos: lo que habla ¿se mueve sólo en esos dos registros? ¿No hace Nudo Borromeo con el otro registro o consistencia llamado Real? Sin duda sí lo hace; no hay nada en la experiencia subjetiva del neurótico que quede fuera de la estructura borromeica. Pero entonces, ¿es que irrumpe lo Real en eso que habla el Sujeto? Pero ¿no decimos que lo Real es lo imposible de decir, y por lo tanto sería esencialmente lo que no habla? Y sobre todo ¿cómo eso se introduce en el análisis, el cual está ideado, pensado y hecho para que allí se hable? He aquí las paradojas con las que tenemos que convivir en nuestro hacer analítico.
Por tanto tenemos que preguntarnos si esa inmicción de lo Real que no habla, en lo que habla (ese propagarse uno en el otro) lo podríamos intentar capturar en algunos momentos de los tratamientos que conducimos, o de lo que ha sido nuestro propio análisis; y ya iremos más adelante a los ejemplos.
Pero en términos generales, podríamos decir que el sujeto- cada uno a su manera- suele llegar a la consulta de un analista, sabiendo o no que lo es, estando o no enterado de lo que se trata en eso del “psicoanálisis”. Pero con lo que sí seguramente llegará, es con algo atravesado que no habla, ya que por no hablar le ha impactado posiblemente en el cuerpo, o le ha hecho un síntoma del que tal vez sabe poco; o algo le ha sobrevenido como un acontecimiento desestabilizante de su cotidianeidad o de su psiquismo, y tal vez le ha dejado una amarga impresión de sinsentido ni explicación; o varias de estas cosas a la vez. Pero eso, precisamente, es difícil que se escuche de entrada. No obstante, luego de sabrá que habría sido eso, eso que de entrada no habla, lo que principalmente le habría llevado a la consulta.
Pero si bien el paciente ha llegado porque algo que aún no habla se le ha atravesado, ciertamente con lo que se encontrarán de forma efectiva ambos partenaires- analizante y analista- es con lo que sí se empieza a hablar; es decir, con un encadenamiento hecho de asociaciones de palabras, de sueños, pero también de tropiezos, de silencios y a veces de angustia. Cuando esto último acontece, – la angustia- seguro que dejaremos por un momento de lado esa atención flotante que Freud nos recomendaba; porque en la clínica borromea esa angustia es pensada por Lacan precisamente como un desbordamiento de lo R sobre lo I; resultando un verdadero acontecimiento susceptible de hacerse presente o bien en el mismo dispositivo analítico, o por fuera de él. Y si el analizante puede traerlo al análisis, será como lo que, ahora tal vez, ya puede empezar a hablar…Previo a eso, habremos de tolerar el silencio; es decir, dejar que eso no hable, durante el tiempo que requiera, hasta que algo- no todo- comience a volver a articularse en palabras.
Un caso de la clínica como ejemplo
Un breve ejemplo de la clínica, para intentar ver algunas de estas cuestiones:
- Se trata de un antiguo paciente cuyo caso en algún momento presenté y que lo he trabajado en Técnica con los alumnos del Master (Ahora no lo presentaré completo, sino los aspectos que nos sirven como ejemplo práctico de algunas cuestiones enunciadas aquí)
Al comienzo habla y habla vaguedades, entre las cuales acentúa su pretendida rivalidad conmigo. Pretende que el análisis será como un juego donde yo le veré las cartas que él primero ocultará pero me las mostrará un poquito, para que yo termine ganando la partida. Y más bla-bla-bla, de esa “palabra vacía” o “lenguaje imaginario” que hablaba Lacan por los años 50 y que situaba en el Grafo del deseo en la primera cadena de lenguaje o Cadena del Enunciado.
Pero hay un lapsus en una sesión: quiere decir “hacer” y le sale “nacer”: algo habla de otra manera; lo sorprende y lo pone por fin en un terreno más simbólico, el de la cadena de asociaciones y recuerdos: por ejemplo, que él debió nacer con algún defecto, no sabe cuál, pues oyó decir a su familia que le habían tenido que dar “hormonas” … ¿Qué clase de hormonas y para qué?, se pregunta reiteradamente.
Viene entonces un tiempo cercano a la angustia: hay algo que le pasa desde hace un tiempo, pero no puede decirlo…no sabe bien qué es ni cómo expresarlo…lo horroriza y avergüenza. Durante varias sesiones habla de eso que no habla, pero, claro está, le acrecienta la angustia, sobre todo cuando consigue decir que eso tiene que ver con su cuerpo- Recordemos lo que se decía hace un momento, que Lacan en La Tercera coloca la Angustia como “un desbordamiento de lo Real en lo Imaginario” y hemos visto en el precedente NB de 3 con sus inmicciones. De forma equivalente, hace aparecer el CUERPO dentro del Círculo Imaginario; pero, en tanto cuerpo que goza, también está dentro de lo Real de la “vida”. Está claro que este Sujeto, casi sin poder hablar, se está situando entre lo Imaginario y lo Real.
Esto queda confirmado cuando en una sesión se agita mucho, se entrecorta lo que intenta decir, hasta que puede formular: “Creo que tengo miedo o ganas que mi cuerpo sea el de una mujer, pero no lo sabía…” Tampoco sabe ahora qué es propiamente eso que le pasa a su cuerpo (Os recuerdo que este análisis fue hace tiempo, empezando los años 90, muy alejados del discurso tolerante actual sobre otras identidades de género o sexo- sobre lo que estamos trabajando en ACCEP). Son varias las sesiones en que eso insiste; lo repite sin avanzar en nada más que en su angustia. En mi posición de quien conduce esa cura- y menos experimentada que en la actualidad- callo más que intervenir con palabras, espero, corto alguna vez…
Pero ni esa sacudida que se le produjo, ni su posterior detención, en absoluto le hacen dejar el análisis; hasta que en un momento- no sé o no recuerdo cómo- vuelve a abrirse su inconsciente-lenguaje, y a pasar de lo que no habla a lo que otra vez empieza a hablar, con más recuerdos y asociaciones; como por ejemplo, que su madre lo hubiera preferido niña (tenía otro hermano varón, mayor), que ella le demandaba que fuera “modosito”, que no abriera las piernas cuando se sentaba…”como se le pide a las niñas”. Hasta que, al fin, su cadena asociativa- la Cadena de la Enunciación del Grafo- le lleva a algo más actual, sucedido un tiempo antes de empezar su análisis y que resulta bien determinante de lo que realmente lo angustia:
I – GENERACIÓN DEL GRAFO DEL DESEO
Conoce una chica militante feminista; intenta hacer el amor con ella; pero no puede…se inhibe y se va. Desde entonces tiene un pensamiento que no cesa. Es un slogan de las feministas: “contra la violación, castración”. He aquí lo que literalmente Freud llamó: angustia de castración, que se articula en este paciente- en absoluto psicótico- como pánico y/o deseo, y también goce, de que su cuerpo devenga el cuerpo de una mujer…tal vez lo que su madre le demandaba haber sido, o nacido.
Su análisis prosiguió varios años, pero no prosiguió su angustia ni sus sensaciones corporales ni sus imaginarizaciones. Pero no es la intención de esta presentación desarrollar un caso clínico, sino tomar un ejemplo a través del cual hacer algunas reflexiones sobre el tema que he elegido, en relación con nuestra práctica psicoanalítica:
Lo que no habla siempre estará ahí, al acecho, y así tiene que ser: es nuestra Ética. De ahí que también en ello estén implicadas muchas de nuestras acciones o mejor, de nuestros actos como analistas, de los que podemos nombrar algunos:
- Nuestro manejo del tiempo, de las escansiones, de los cortes: ¿qué es el corte de una sesión, sino dejar paso a lo que cesa de decirse, es decir, a lo que no habla? Claro que, a la siguiente sesión, el Sujeto intentará hablar de eso que, por culpa de haber puesto ese punto a su frase, dejó de hablar.
- Requerir lo presencial que se dice ahora, es decir, optar por dar lugar a la presencia del analista en época de triunfo de las pantallas. Sabemos por Lacan, y también por Freud, y por nuestra propia experiencia, qué pasa cuando el analizante, ante el silencio del analista, advierte de pronto: ¿Está usted ahí? Una mezcla de ausencia y de presencia que, a su vez, provoca eso que Lacan nombró como el “cierre del Inconsciente”, con un efecto a su vez de silencio en el analizante que puede indicar, nos dice Lacan, la cercanía del objeto, a veces con producción de angustia.
- Si bien, como hemos dicho, esas breves experiencias o inmicciones de lo Real que no habla, no estarán ausentes en un análisis- como hemos visto en el ejemplo y en cualquier otro análisis- sin embargo, habrá que modular y mantener un equilibrio para que el análisis no se interrumpa o “acabe” prematuramente; lo que habla debe volver una y mil veces, aunque también para volver a callar…
Y así en una dialéctica que, pasados los tiempos lógicos y cronológicos, en un momento dado se resolverá por lo que ya no puede decir más, de modo que el análisis acabará como había empezado: por eso que no habla, y que Lacan lo expresó de una forma simple en el Prefacio a la Edición Inglesa del Seminario XI- 1976: “Cuando el esp…de un laps…” Ya los lapsus no son lo que eran para el que está dejando de ser analizante; ahora los lapsus y los sueños ya no se quiere que sigan hablando…después de haberlos hecho hablar hasta el agotamiento; un agotamiento que, como muestra Lacan en ese mismo texto, implicará obtener una satisfacción concomitante: la de haber podido dejar atrás eso que habla de un Inconsciente lenguaje y asomarse a otra modalidad, más “real” del Inconsciente que ya no quiere seguir hablando, liberándose así de su “verdad mentirosa”.
A modo de otro ejemplo para este otro momento, final, del análisis, voy a contarles el sueño que tuve cuando me acercaba a la terminación de mi propio análisis:
Me hallaba en una fiesta en la parte alta de una casa de campo, con colegas analistas que en el sueño reconozco. Uno de ellos- de los más destacados de entonces, y también en la actualidad- se entretiene absorto haciendo un juego como de malabares con unos pequeños objetos luminosos y de colores (en esa época los AE testimoniaban de un cierto “relámpago” o equivalente…) Él es un psicoanalista con todas las letras, pero ¡qué ridículo! – pienso en el sueño- En ese momento- es de noche- una colega se asoma a un ventanal, mira hacia abajo y pega un grito aterrador. Todo se para y yo deseo y no deseo acercarme a esa ventana a ver eso tremendo que ella ha visto. Opto aterrada por ir y mirar para abajo. Y lo que veo es…Nada. No me despierto. Sólo recuerdo el sueño por la mañana. Ahora no voy a comentarlo, pero creo que sirve para continuar y acabar mi reflexión:
No obstante todo esto, me pregunto si ¿acaba lo que habla cuando sobreviene ese final? Creo que no todo ni siempre; que acaba sí como experiencia de palabra en ese dispositivo- el analítico-creado para su despliegue. Pero no acaba en la continuación de la vida del sujeto aun cuando se vea aliviado o liberado de su síntoma, y aun cuando de éste haya podido extraer un Sinthome, es decir, un nombre más propio que el Nombre del Padre…Aun todo eso, el Ics que habla seguirá siendo una hipótesis para ese sujeto. Si además él- o quién sea- deviniera analista, bueno ¡será su hipótesis de trabajo!: la hipótesis a proponer a los que sean sus analizantes; pero sabiendo que deberá dejar lugar al surgimiento de cualquier acontecimiento que provoque eso que no habla, porque creo una vez más que en eso consiste nuestra Ética.
Inés Rosales Manfredi
Barcelona, mayo de 2021