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La Covid 19 y el sujeto

Mi reflexión de estos últimos días traduce la diferencia que observo entre lo que conlleva la vida quotidiana de la gente ante situaciones nunca vividas antes y lo que se transmite desde algunos discursos. El debate que va tomando mayor cuerpo entre algunos de ellos gira en torno a seguridad-libertad. Si ello empezó con la aparición global de un terrorismo nuevo, en los últimos años la seguridad tiene que ver con las redes sociales.

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[Escrito por Maria Dolors Camós durante el confinamiento]

Queridos colegas,
En el vuelco en el que nos encontramos, la situación continúa siendo para mí de una cierta perplejidad, que en lo personal se manifiesta en momentos subjetivos dispares, ante los cuales el saber hacer ahí se pone a prueba. No sin agradables sorpresas, a veces.

En lo social vemos que la posición ante la crisis va por barrios. Mi experiencia durante estos días es que algo se ha movido en la vida comunitaria. El griterío de los niños junto a sus padres, los aplausos a las 20h, la solidaridad entre los vecinos -regulación en cada bloque de quien necesita ayuda y quien puede darla según su oficio y posibilidad- ¿son índices de un cierto lazo social no visto hasta ahora? ¿Pervivirá en la memoria de la gente? Hay que ser prudentes.

Muchas y varias son las cuestiones que la inesperada irrupción de la covid-19 nos plantea. Mi reflexión de estos últimos días traduce la diferencia que observo entre lo que conlleva la vida quotidiana
de la gente ante situaciones nunca vividas antes y lo que se transmite desde algunos discursos.

El debate que va tomando mayor cuerpo entre algunos de ellos gira en torno a seguridad-libertad, al cual se refería Ramon en su escrito. Si ello empezó con la aparición global de un terrorismo nuevo, en los últimos años la seguridad tiene que ver con las redes sociales. Poco antes de la irrupción de la epidemia, y a raíz de algunos casos mediáticos en Francia, los debates centraban una cuestión:
¿puede haber democracia sin intimidad? ¿Por qué extrañarse o quejarse del estar controlados cuando tantos sujetos exponen grados tales de su intimidad, a pesar de conocer los peligros que encierra?

Pero ahora, y por primera vez, la seguridad pasa por la sanidad y es global, el enemigo es invisible:

vemos con tristeza sus consecuencias pero no sabemos su alcance, sobretodo a medio y largo plazo. ¿Cuál es en este contexto el poder de las redes?

Una cuestión clave emerge con mayor fuerza que nunca: el control de los datos de los ciudadanos. Si partimos del hecho de que la economía actual se basa en modelos cada vez más sofisticados de obtención y comercio global de esos datos, la lucha de los dos grandes bloques liderados por China y EE.UU por detentar su control parece no ofrecer grandes dudas, más aún con sus respectivos modelos económico-políticos. Como nuevos señores de la guerra, tecnológica hoy, sus líderes transmiten el hecho de que los muertos entran en su mortífera lógica.

La gravedad de la crisis sanitaria y económica global obliga al mundo de la ciencia y de la tecnología a protagonizar modos de orientación y respuesta.

Bienvenidos, claro. Pero con el apoyo de modelos matemáticos, se intenta cuantificar y explicar qué hay que hacer y cómo, en el confinamiento y ahora en el post (es ilustrativo ver cómo en febrero algunos investigadores y políticos aseguraban que el coronavirus no llegaría a nuestro país) con resultados contradictorios, que por otra parte no son de extrañar. Asistimos a un ideal científico-tecnológico, puesto de relieve ya en algunos medios y organizaciones, que se extiende, me parece, a distintos campos de la sociedad. Una pregunta se recorta, creo hoy más que nunca:

¿Qué lugar hoy para el sujeto, según la noción que de ella da el psicoanálisis?

Dos ejemplos de estos días que, aunque puntuales, me parecen relevantes. En su artículo El mundo después del coronavirus (La Vanguardia, 6/4/2020), de cierta repercusión aquí, Yuval Harari desarrolla entre otros el siguiente punto: “en este momento de crisis, nos enfrentamos a dos elecciones particularmente importantes. La primera entre vigilancia totalitaria y empoderamiento ciudadano. La segunda es entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial”. Me detengo en la primera: “Si (a través de las grandes empresas de comunicación) se puede vigilar lo que me sucede con la temperatura corporal, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco mientras veo las imágenes, se puede aprender también lo que me hace reír, lo que me hace llorar y lo que realmente me enfurece”. Y a continuación añade: “resulta crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son fenómenos biológicos como la fiebre y la tos”. La misma tecnología que identifica la tos podría también identificar las risas…

¿Dónde el sujeto ahí, en tanto desnaturalizado a causa del lenguaje y por ello mismo con sus efectos de sentido y goce? ¿La sola vigilancia biométrica podría explicar una posible sociedad totalitaria?

Por estos mismos días, Brian Subirana, ingeniero-científico, director de un grupo de investigación en el MIT y profesor en Harvard, presentó en los medios una más que  posible y pronta aplicación móvil para conocer el contagio del coronavirus en Catalunya. A través de ella, se podrá analizar a gran escala el sonido individual de la tos, método que amplificaría mucho la detección del virus. Para ello, es necesario que la persona envíe los datos de su tos, registrados por audio, a la página web cuya dirección ha dado y que se ha reproducido por twitter. El MIT pasará los resultados a la comunidad médica sin ningún costo económico. Con un método similar, ha explicado, se han dado buenos resultados en la detección del parkinson, alzheimer y fobia…

Durante estos días he vuelto a leer el texto de Lacan La tercera, con la ayuda del Seminario de lectura que hizo C. Soler (2005-2006), y que está publicado. Una sorpresa. El diálogo que, desde nuestra compleja actualidad, podemos establecer con el texto es de lo más estimulante y necesario me parece, sobretodo en un punto que nos atañe: lo real y la ciencia.

“Lo real puede muy bien desbocarse sobretodo desde que tiene el apoyo del discurso científico”,

leemos. Se trata de lo real biológico, a distinguir de lo real de la no proporción sexual, y de lo real del síntoma, así es como lo entiendo, pues recordemos que en el nudo que aparece en el texto la vida se sitúa en el redondel de lo real. A partir de ahí, ¿cómo entender el discurso científico hoy? No es nada fácil la respuesta, pero sí que podemos decir algo: ¿Cómo distinguir hoy la ciencia de la tecnología, de sus usos ideológicos y políticos, debido al poder de la tecnología, cuyos avances no tienen límites?
Como decía ayer Manuel Cruz, hoy estamos en el discurso científico-tecnológico, aunque conceptualmente se podría mantener la separación. ¿Qué consecuencias tiene para el sujeto esta nueva escalada? No se sabe. Lo que sí parece claro es que

“…hacer desaparecer el parlêtre no hará desaparecer la infección que es la vida, las bacterias sobrevivirán, estén seguros”

dice Colette citando a Lacan.

¿Qué deseo hay en juego en los científicos en su intento de dominar lo real, que siempre se escabulle?

Estas y otras muchas cuestiones se debaten en estos textos y nos ayudan a formular una pregunta que concierne a nuestra comunidad: ¿qué pueden decir los analistas, desde la particularidad de su discurso, en nuestra fluctuante actualidad? Es pronto y toma su tiempo.

Maria Dolors Camós
Psicoanalista, miembro de la EPFCL-FPB

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Etiquetes: , Last modified: 10 de novembre de 2020
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